SINDROME DE PETER PAN
El síndrome de Peter Pan
se caracteriza por la inmadurez en ciertos aspectos psicológicos,
sociales. Todas esto sería una coraza defensiva para protegerse de su inseguridad,
miedo a no ser queridos y aceptados. En ocasiones los que padecen este
síndrome acaban siendo personajes solitarios. Con escasa capacidad de empatía
o de apertura al mundo de los "grandes", al no abrirse
sentimentalmente, son vividos como individuos fríos o no predispuestos a
darse, lo que vuelve como un "booremang"
a través de la no recepción de entregas o muestras ajenas de cariño.
Algunos profesionales avanzando tal vez audazmente en sus diagnósticos
los han denominado esquizo - afectivos.
También se dice que este padecimiento se da por no haber vivido una
infancia normal, por haber trabajado desde edades demasiado tempranas o
por otros motivos.
Según el psicólogo clínico Antonio Bolinches estos sujetos tienden a:
- idealizar la juventud, para negar la madurez.
- tienen un marcado miedo a la soledad.
- se muestran inseguros y con baja autoestima
- su egocentrismo les hace creer merecedores de recibir y pedir de los demás, sin preocuparse de los problemas de los demás.
- Son irresponsables.
- tienen miedo al compromiso, como coartador de su libertad.
- tienen bajo la tolerancia a la frustración por lo que se sienten permanentemente insatisfechos, no enfrentan sus
problemas ni toman la iniciativa, ni se esfuerzan en ello.
TRATAMIENTO
El tratamiento debe ser el que corresponde a toda neurosis
estructurada. Las dificultades para llevarlo a cabo suelen ser
marcadas, y como señala Kiley, con frecuencia, los padres cuyos hijos
manifiestan este tipo de inmadurez, deben “actuar”, antes que insistir
con pertinacia en la persuasión “coloquial”. Adolescente, joven, o ya
entrando en la madurez, el sujeto paciente de este tipo de trastorno, es
renuente a toda modificación o a la mera comprensión de su infantilismo. El irresponsable mundo de la niñez, no quiere ser abandonado, y la conciencia del fracaso reiterado ante la adaptación de los comportamientos que acercan a la adultez equilibrada, casi no se verifica; lo que por momentos hace pensar en términos de una verdadera psicopatía.
Una hipótesis verosímil, ante estos pacientes, nos conduce a imaginar
una infancia muy feliz, en la que se quiere permanecer para no enfrentar
la incómoda aceptación de límites que el ingreso a la vida social
adulta comporta de modo insalvable. Sea en la aceptación de normas,
en la necesidad de trabajar sólidamente en un empleo, de esforzarse en
estudiar para concluir una carrera, de forjar vínculos maduros en
relación con los otros, en el orden de la amistad o del amor.
SÍNTOMAS
Es frecuente que haya crisis de ansiedad, de angustia y de depresión. Los años van pasando, y aún cuando el sujeto está como protegido con una suerte de coraza psicológica
para no advertir el paso del tiempo, esporádicamente ésta desaparece
por circunstancias imprevisibles. Es entonces cuando el paciente se
encuentra con las manos vacías y con una vida dolorosamente irrealizada.